Curso segundo grado a mis 14 años, porque…
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Hola, soy Verónica, les contaré por qué todavía curso primaria a pesar de que ya cumplí 14 años.
Vivo en un pueblo chico. Cuando era pequeña vivía en la gran ciudad, pero casi no lo recuerdo, solo sé lo que me contaron mis papás. Mi mamá nació en el campo. Cuando terminó el colegio le dijeron: «Te vas a la ciudad, ya no eres una niña y no serás una carga para nosotros». Mi mamá podía entrar al instituto, estudiar una carrera técnica y así tener un empleo, pero todo eso a ella le parecía pesado. Lo único que a ella le interesaba era casarse, quería un hombre guapo con apartamento.
Su primer empleo fue como ayudante de barrendera. Una señora la encontró una noche, muy triste sentada en una banca…Sintió mucha pena, así que le ofreció alojamiento y trabajo. Una mañana, mi mamá salió a trabajar y se topó con un joven, que estaba dormido en una banca. Estaba lleno de moretones y si no hubiera sido por sus ronquidos cualquiera hubiera pensado que estaba muerto. Mi mamá se acercó e intentó despertarlo. Ella le preguntó: ¿Dónde vive y cómo le puedo ayudar, joven?» El tipo estaba tan feliz que alguien le prestara atención. Y mi mamá lo acompañó a su apartamento. A su hogar le faltaba mucho una buena limpieza. Restos de comida, botellas, platos sucios y ropa en el suelo. Él, se tiró al sofá y se durmió. Mi mamá empezó a limpiar… estaba feliz. Cuando el hombre se despertó, estaba tan sorprendido que le ofreció a mi mamá vivir con él. Así que mi mamá se casó con un hombre dueño de un apartamento. Su sueño se había cumplido.
Pero eso no fue suficiente para hacerla feliz. Seguía trabajando como ayudante de barrendera, luego, cuando la barrendera se jubiló, la reemplazó. Eso no duró mucho. No era gran trabajadora, ni le gustaba madrugar. Y mi papá era igualito. El apartamento se lo dejaron sus papás, tuvo suerte. ¿Pero trabajar duro? — No, él no había nacido para eso. De vez en cuando conseguía trabajo descargando cajas y otras veces como ayudante de mudanza. A nuestra familia faltaba dinero, claro, sin trabajo a tiempo completo ni ingreso estable. Mi papá empezó a pedir dinero a los prestamistas. La deuda crecía con cada día que pasaba, eran intereses más intereses, mi papá estaba desesperado. Un día salió de casa con sus últimos ahorros y fue a un casino. Sólo logró endeudarse más. Ahora tenía que pagar deuda de juego.
Los prestamistas empezaron a amenazarnos. Un día mi papá llegó y dijo:»Arreglemos las maletas, nos vamos». Por la noche abandonamos la ciudad. Los prestamistas se quedaron con el apartamento y aún así debíamos dinero. Tenía 4 años, pero recuerdo que caminamos mucho, tenía hambre y sed. Llegamos bien adentro del bosque y empezamos a construir una casita improvisada.
De mi antigua vida me traje unos libros: el abecedario y unos cuentos de hadas. Soñaba con aprender a leer, lo esperaba con ansias. Con el tiempo nos acostumbramos al bosque.
Teníamos comida, todo natural, como decía mi papá. Además ya no había deudas en qué pensar. Preparamos muchas setas y bayas para el invierno. Un día, escuchamos el ruido de un tractor. Eran leñadores, le dieron trabajo a mi papá. Ganó algo de dinero, compramos harina para todo el invierno. Mi mamá preparaba las tortillas en un horno casero. En mi primer invierno me aprendí el abecedario, para el segundo ya me sabía todos los cuentos de hadas Quise seguir estudiando, pero a nadie le interesaba lo que yo quería hacer.
Tres años después mi mamá quedó embarazada. Recuerdo, como ella gritó toda la noche. También recuerdo a mi papá preocupado. Yo no entendía bien lo que estaba pasando, pero en la mañana me mostraron a mi hermanito. Para mí fue un rayo de esperanza de volver a la ciudad e ir a la escuela… pero el bebé nació totalmente sano. Gracias a mis padres, me quedé sin la vida social de una niña común y corriente. Me sentí condenada a vivir en una choza en el bosque.
Pero años después mi hermano se enfermó. Al parecer, una gripe se le complicó. No podía respirar, sus labios se pusieron azules y sus manos frías. Además, en general, era muy débil, le faltaban vitaminas. No parecía que tuviera 5 años. Entonces mis padres decidieron volver a la civilización. Pero no a la ciudad, invadimos una casa abandonada en un pueblo diciendo que éramos víctimas de incendio. Mi hermano estuvo en el hospital por tres largos meses, tenía neumonía. Mi papá me llevó a la escuela. Tenía 13 años, obviamente, me veía rara entre otros niños. Pero me daba igual. Estaba feliz de estar con gente.
Ahora estoy terminando la primaria, soy estudiante sobresaliente. Y no me importan las burlas sobre mi edad, yo soy feliz.
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